Gritos

Estamos cerca del miércoles 18 de marzo. Ese día se dará el puntapié inicial al proyecto de la distribución de la palabra. Cristina presentará los lineamientos de la ley de radiodifusión.
Este proyecto es de muchísima importancia. En un país diverso, variado, lleno de voces, de cantos, de sueños, solo algunos dicen.
Y los que hablan son los que buscan homogeneizar la voz. Que la palabra sea monocorde. Nos hacen creer que las voces son múltiples. Que todos estamos representados por los hacedores de la palabra mediática. Que la voz de ellos es la nuestra, la de los de abajo, la que siempre fue silenciada.
Un informe sobre la pobreza, sobre algún dolor, les basta para colocarse en el lugar de los dolientes. Piden justicia, pero jamás la darán. Solo migajas o algún sol para los chicos. Un sol chiquito, que ni siquiera llega a entibiar.
Se tomaron muy en serio lo del cuarto poder. Nos convencieron que eran buenos, morales, legales, honestos. Claro, si a la rata le daban con un caño. La corrupción era deschabada. Miles de informes sobre los desfalcos y defraudaciones de los políticos. Las privatizaciones, más allá de algún vuelto (denunciado) eran la panacea.
Pero la trampa estaba armada, y funcionaba a pleno. Si la política era sucia, no nos teníamos que meter. No nos debíamos manchar. "Ellos" se manchaban (destrozaron un país), la prensa denunciaba. Es su función.
Pero la economía funcionaba bien. A muchos "yo" les iba bien. Los medios nos decían lo que se hablaba en la calle, porque los medios, antes, lo enunciaban. los medios nos decían que las recetas de esa ciencia exacta, que es la economía, eran las mejores, que no había otras. Se había acabado la historia.
La rata robaba y la denunciaban . La economía andaba bien. De política ni hablaban. El que la hacía era un mal intencionado. La prensa no hacía ni hace política, es independiente y objetiva. Y otra vez, nueva denuncia contra la rata. Volaba un pueblo entero. Pero los indicadores económicos daban bien. Déficit cero. El empate no se tocaba.
Y ahora no se pueden tocar los medios ni a los periodistas, si ellos fueron la bandera de lucha contra la rata. Pero también su respaldo.
Es el momento de levantar las voces. De redistribuir la palabra. Es ahora. Las voces por fin van a ser muchas. Todas juntas gritando. Cada una en su tono, cada una con su acento, cada una con su verdad de pueblo. Las voces de los de abajo van a ser oídas.
Que paradoja: Los autoritarios, los que quieren el silencio, son los que van a entregar la palabra, los que despacito van a mostrar la fuerza del decir. Muchos van a ser los gritos. Por fin las palabras van volver a tener significado. Bienvenidos.
salute, felicidades. Cuiden sus oídos.

PD: El lenguaje/3

En la época victoriana, no se podían mencionar los pantalones en presencia de una señorita. Hoy por hoy, no queda bien decir ciertas cosas en presencia de la opinión pública:
El capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado,
el imperialismo se llama globalización;
las víctimas del imperialismo se llaman países en vías de desarrollo, que es como llamar niños a los enanos;
el oportunismo se llama pragmatismo;
la traición se llama realismo;
los pobres se llaman carente, o carenciados, o personas de bajos recursos;
la expulsión de los niños pobres por el sistema educativo se conoce bajo el nombre de deserción escolar;
el derecho del patrón a despedir al obrero sin indemnización ni explicación se llama flexibilización laboral;
el lenguaje oficial reconoce los derechos de las mujeres, entre los derechos de las minorías, como si la mitad de la humanidad fuera la mayoría;
en lugar de dictadura se dice proceso;
las torturas se llaman apremios ilegales, o también presiones físicas y psicológicas;
cuando los ladrones son de buena familia, no son ladrones, sino cleptómanos.

E. Galeano. Patas Arriba.