Me llamó la atención más allá de los argumentos esgrimidos por las partes, el semblante de nuestro tan mentado intelectual de izquierda: Martín Caparrós. Se lo veía nervioso (no se si todos compartirán mis impresiones), se me ocurre la palabra “desencajado”.
Y la pregunta que se me presenta es ¿En qué parte de esta mesa no está encajando este “buen muchacho” co-autor de uno de los libros más sólidos y versátiles de la militancia de los 70´, teniendo en cuenta que la mesa también está compuesta por periodistas e intelectuales con, si se puede decir de esta manera, una orientación ideológica de izquierda?
Caparrós no acuerda con que en la Argentina haya pobres y excluidos. Tampoco con la corrupción de malos políticos que se quedan con los fondos destinados a la ayuda social en una provincia por demás castigada, como ya se sabe.
Ahora, como bien lo señaló Barone aunque con otras palabras “el árbol te está tapando el bosque muchacho” y éste es un poco a mi modo de ver el punto sobre el que este programa me ha hecho reflexionar.
Qué árbol le tapa el bosque no solo a nuestro buen amigo Caparrós si no a gran parte de la “izquierda progresista” de este bendito país?
Y me arriesgo a decir sin demasiadas vueltas… su o sus propios ombligos.
Subjetividad de mercado mediante, de la que no escapan como se puede apreciar aquí, ni siquiera los que como Caparrós mantienen la defensa de valores tan incuestionables como los que reúne la convicción de que no haya pobreza en este rico territorio.
Ahora, como decía Sandra Russo, una cosa es opinar desde los titulares de un diario y otra (esto lo digo yo) es tomar decisiones en el escenario que la realidad impone. Un escenario donde por ejemplo un tipo con un aspecto llamativamente neo-nazi gana una elección con el recurso de una abultada billetera que le garantiza presencia en los Medios Masivos de Comunicación. Acompañando ésto, una sociedad que sostiene y reproduce en sus fibras más íntimas los valores del mercado, con políticas que han profundizado esta condición desde el 76´ en adelante.
Es decir, el esquema de poder presenta un escenario, siguiendo la metáfora, un bosque, que a esta altura ya podríamos denominar “selva”, en el que uno está situado y si se anima a levantar la cabecita del centro de su cuerpo, podríamos decir en muchos casos, también sitiado. Nos damos cuenta allí y rápidamente que no solo no somos el centro de ese universo si no que además el eje está muy lejos de nuestro alcance.
Desde hace seis años tenemos un gobierno que intenta poner límite a la lógica de mercado haciendo aparecer un estado regulador. Que en términos políticos y (a mi modo de ver) en este escenario, (si a alguien se le ocurre un modo mejor puede decirlo, aunque salvo honrosas excepciones, se ha hecho costumbre de la oposición no presentar propuestas) es la única manera de que haya perspectivas de que los pobres dejen de serlo. Entonces
El fortalecimiento del Mercosur no es una política contra la pobreza?
La Nacionalización de Aerolíneas no es una política contra la pobreza?
La transferencia de las jubilaciones al Estado no es una política contra la pobreza?
Cómo se puede discutir la pobreza si no se interviene sobre las políticas que la generan? Es acá donde no comprendo el razonamiento de Caparrós. Es obvio que la corrupción es mala y que no colabora demasiado en las políticas distributivas, pero es muy restringida la mirada de quien piensa que por ahí pasa el problema de la pobreza en este esquema de poder. Es llamativamente parecido este argumento al de la mesa de enlace; con el agravante que para los representantes de los monopolios sojeros el problema de nuestro país es el autoritarismo de la presidenta, su incapacidad para el diálogo, digámoslo así “su personalidad conflictiva” (otra construcción de la cultura neoliberal: el conflicto es malo).
Cuando los argumentos se complementan, de un lado y del otro, las piezas se empiezan a ordenar y la figura que emerge es una sola. La de las elites materiales y espirituales. Unos por tener el dinero, otros por tener los ”puros” principios (con la salvedad que a los del espíritu ni siquiera les cabe un papel protagónico en la causa de la pobreza, lo que de algún modo y para no cometer una injusticia, los diferencia en el nivel de responsabilidad).
Pero por suerte nuestra presidenta conserva algo del principio de realidad y sabe (errores más, errores menos, creo que vamos aprendiendo) que la disputa es ardua, mucha y compleja y que no bastan con los buenos deseos de la gente brillante para combatir el poder de los intereses acumulados. Pensar que los enemigos están afuera y no también adentro es más infantil que la posición del purismo impoluto y soberbio de “la gente del buen pensar”.
Perdón el exabrupto pero “tiemblan las estructuras Caparrós porque vos no estás de acuerdo con el hambre”.
Y como hizo referencia autocríticamente otro buen político nombrado en este Programa, el Socialista Rivas , la izquierda será tan responsable del genocidio social como la derecha si no abandona su actitud de mera denuncia y se pone a construir estrategias políticas que generen consenso y disputen el poder a quienes acumulan la riqueza.
Es decir el arbolito de Caparrós es su propio argumento. Seguramente los políticos corruptos no van a colaborar en terminar con la pobreza en Argentina. Tampoco los intelectuales impolutos que levantan y enarbolan principios que llenan y conforman su ego pero en nada modifican la situación de aquellos, que a diferencia de Caparrós, no se van a poder tomar un avión a Europa cuando los vende-patrias de siempre vuelvan a ocupar el poder con sus banderitas del libre mercado.
Perdón por haberme extendido en el comentario. Ultimamente me indignan más los argumentos de la izquierda miope que los de la derecha impune. Saludos. Cynthia.